martes, 30 de enero de 2018

Columna de Opinión "La Tierra del Olvido" Por Duvan Suarez.

En esta época de elecciones y entre tanto parloteo es inevitable  encontrarse en cualquier esquina al político de turno dando grandes voces, y en un elocuente discurso hacer promesas por doquier a los incautos espectadores, que digieren con cierta facilidad las embellecidas palabras, que suelen ser en su mayoría triquiñuelas en las que va añadido la peste del olvido, esa misma que nos lleva a tomar las más lamentables decisiones en materia electoral.

Esos  barones y “baronesas” electorales intentan parecer más cercanos, untarse de  pueblo, cargan en sus brazos niños y niñas que reflejen la pobreza, abrazan viejitas y suelen andar con una sonrisa de oreja a oreja en un inclemente sol que hace sudar a chorros.


Saludan en un mar de abrazos y apretones de manos, realmente parecen felices en este vaivén de elogios, aplausos y salutaciones. Se paran frente al micrófono y hacen gestos, alzan la voz, reniegan de la corrupción, de la miseria, describen problemas que hasta el más experto analista termina preocupado con semejante panorama, y los espectadores descubren que padecían de verdaderas pestes y ni cuentan se habían dado.

Se presentan a sí mismos como la única y verdadera solución para estos problemas, se inflan en orgullo, se llenan de virtudes, se ensalzan, cambian de tonalidad, y vuelven a describir su hoja  de vida, sus maravillosas proezas en el ámbito social y político del país, son la última maravilla de esta y cualquier nación, habida y por haber.

Pero los incautos espectadores aplauden sin cesar, al terminar tan “buen” discurso. Y al parecer el paladín ha conquistado al público con su “valentía”, es un héroe de la patria, todos ovacionan de pie, lo quieren abrazar nuevamente, él, alza los brazos en señal de victoria, se escuchan los gritos y por algún discreto camino sale de la tarima, se dirige a su automóvil último modelo, y desaparece en medio de la polvareda que levanta, los incautos siguen aplaudiendo por alguna extraña razón, mientras un locutor desde la tarima pide más ovaciones, a su majestad, el político de turno.

Es la historia que se repite cada cuatro años, los incautos, siguen aplaudiendo a los mismos que se olvidaron de sus problemas, que desangraron las arcas públicas, a los que tienen decenas de acusaciones por corrupción, a los que no volvieron a aparecer durante ese cuatrienio, se convirtieron en fantasmas, a los que se robaron de manera descarada los recursos de alimentación escolar,  a los que para mostrar algo expusieron los proyectos más inútiles del país. Ellos no ríen de felicidad durante sus recorridos de campaña, ellos se burlan de nosotros, de nuestra ignorancia, de nuestro olvido, de nuestra poca capacidad para recordar todas sus faltas, todas sus cínicas promesas que no cumplieron.

Sin duda la mejor ventaja de los políticos sobre los espectadores incautos, es que somos de esta tierra, la tierra del olvido, donde una bolsa de cemento, cincuenta mil pesos o un empleo, nos conlleva a elegir y elegir mal. Somos incapaces de tener una mirada crítica sobre el político que esta frente a nosotros, sino que nos dejamos seducir, ante la implacable zalamería, ante el chantaje siniestro, que sino los elegimos a “él” o a “ellos” esta patria terminará por desmoronarse. Y así digerimos el “cuento” y por cuatro años más les permitimos sentarse en nuestra representación en el congreso, y todos los días hacen algo peor, pero como somos buenos para olvidar, simplemente se sientan a esperar que el tiempo actué y nuevamente recorren cada rincón de esta nación con su sonrisa burlona, disfrazada de felicidad, adhiriendo a los incautos a sus filas.

Por: Duvan Suárez B.
@DuvanSuarezb